Don Mario Gutiérrez, músico, productor, arreglista, fundador y genio detrás del éxito internacional de Los Ángeles Negros, la banda chilena más importante hasta el día de hoy de la música romántica latinoamericana.
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Me tomó por sorpresa y quedé en absoluto shock cuando me enteré de su partida, así tan repentina, sin despedida, sin aviso alguno, se ha ido un grande.
Había quedado la promesa de volver a encontrarnos próximamente en su oficina. Hacía pocos días atrás había presenciado el magnífico show que la banda ofreció a través de un en vivo en redes sociales con motivo de las fiestas de fin de año, con don Mario siempre al frente haciendo lo que más amaba: hacer música y seguir tocando todo ese magnífico repertorio que es y seguirá siendo referente de la música romántica latinoamericana por excelencia. Un repertorio lleno de tantos y tantos clásicos internacionales que fueron mega éxitos en su momento y aún siguen siendo la banda sonora de la vida de muchas generaciones, y que también son hoy por hoy canciones obligadas en las bohemias y cantabares por toda Latinoamérica y España.
En mi historia personal por México, hay un momento muy importante que significó un antes y un después, y es allí donde encontrarme con don Mario y la experiencia que esta significó; traería consigo la decisión personal de quedarme a hacer carrera como compositor en suelo mexicano. Don Mario Gutiérrez era una persona que inspiraba a quien tenía la oportunidad de conocerle.
Déjenme que les cuente cómo se dio este encuentro entre el genio detrás de Los Ángeles Negros y su servidor.
Inicios del 2014, año en el que decidí buscar una oportunidad para mi catálogo musical en México. Me subo a ese vuelo justo el primer domingo de marzo, al final de la tarde. Fue así como llegué a este país que me ha regalado con sublime generosidad: tanto y mucho, más de lo que mi mente imaginaba antes de llegar. Atesoro cada uno de los momentos vividos hasta el día de hoy, porque los he vivido con extrema pasión, entrega, honestidad, respeto, pero por sobre todo mucho agradecimiento a cada una de las personas que han hecho de este viaje una experiencia maravillosa y que hasta el sol de hoy conservo como amigos entrañables.
Mi viaje originalmente estaba planificado para estar en México solamente tres meses y luego devolverme a mi natal Guatemala, cosa que no pasó. Me encontré en mi caminar por México (en el peregrinar del autor: tocar y tocar puertas) con la magnífica oportunidad que me brindó Universal Music Publishing México de ser escuchado como autor y fue allí donde todo tomó otro rumbo, distinto al que originalmente mi mente creyó sería el plan de viaje.
Fue Dagoberto Reyes de Universal Music Publishing México, el A&R (Director artístico) de la transnacional por aquella época quien me brinda la oportunidad de poner a disposición del sello el catálogo de canciones que traía bajo el brazo. Eso significaba la oportunidad de que mis canciones fueran enviadas a los artistas del sello y con eso buscar la posibilidad de grabación. Fue así como dio inicio mi carrera como compositor a los tres meses de mi llegada a México.
Contar con esta oportunidad que la editora de Universal Music México me ofrecía significaba también que sería probado en cualquier momento como autor, ya que por lo regular siempre se abrían repertorios (momento en el que un artista abre a través de la editora un período de búsqueda de canciones) para las nuevas producciones discográficas del sello.
La primera de las pruebas como autor llegó, y es allí donde el camino de Los Ángeles Negros y el mío se cruzarían. Recibo una llamada, era Dagoberto Reyes al teléfono.
—¿Conoces a una agrupación chilena llamada Los Angeles Negros? —me dijo.
—Claro que sí, los conozco muy bien —le respondí de manera casi instantánea.
—Están buscando canciones para su próximo disco.
—¿Cómo ves? —continuó diciéndome.
—¿Tienes algo entre tu repertorio que suene para ellos?
—Porque sino, este será tu primer reto como autor, escribir un par de canciones a la medida para la agrupación.
—¿Te animas? ⎯concluyó diciéndome Dagoberto.
Yo no traía en el catálogo de canciones temas que sonaran a la banda chilena, entonces efectivamente, como Dagoberto Reyes lo había dicho bien, este era mi primer reto como autor. Vaya reto, nada fácil, escribir canciones a la medida de una agrupación tan exitosa, con canciones tan importantes en el cancionero iberoamericano.
Es aquí donde quiero detenerme ahora un momento, para hablar de esta música generacional y Guatemala. Mi país tiene esa particularidad aún, hasta la fecha se sigue escuchando toda esa música clásica popular de los 70’s y 80’s, es muy apreciada por la sociedad guatemalteca, especialmente por las generaciones que crecieron con ella, pero también se da el fenómeno de que las nuevas generaciones tienen cercanía con esta música increíble por el gusto que sus abuelos y padres tienen en casa de seguir escuchando todos esos clásicos en un tocadiscos o en la radio. Actualmente existen en Guatemala estaciones de radio dedicadas a la difusión exclusiva de esos grandes temas del recuerdo, por ello, no es raro escuchar en cualquier espacio público alguna de esas grandes canciones de las bandas latinoamericanas que le cantaron al amor y al desamor: Los Terrícolas, Los Galos, Los Iracundos, Abracadabra, Los Pasteles Verdes, por mencionar algunos. Bandas españolas como: Los Mitos, Los Brincos, y por supuesto la agrupación chilena: Los Ángeles Negros, banda referente de la canción romántica.
Viene a mi memoria, el recuerdo del concierto extraordinario que tuve la dicha de presenciar y vivir al máximo en Guatemala varios años antes de mi llegada a México. Un fin de semana por la noche en el Parque de La Industria, en la zona 9 de la Ciudad Capital. Se presentaron esa vez: Los Terrícolas, Roberto Jordán, Abracadabra y Germaín de la Fuente, la voz con la que Los Ángeles Negros dio inicio a su trayectoria allá en San Carlos, Chile. Fue increíble poder conocer a estos artistas de cerca y convivir con ellos un momento en el camerino, previo a su presentación. Existe un público muy grande en Guatemala que disfruta hasta el día de hoy de esas grandes canciones románticas que marcaron varias generaciones, incluyendo la mía por supuesto.
Debo admitir ahora, que crecí escuchando toda esa música impresionante, que me nutrí inconscientemente quizá de ella, desde mi infancia, sin tener la menor idea de que sin darme cuenta estaba preparándome para más tarde intentar escribir mis propias canciones, influenciado por muchos de esos grandes clásicos que se escuchaban en mi casa por aquellos años. Mis padres y todos sus contemporáneos son amantes de esa música. Mi papá a quien llamo: Viejo, tiene un tremendo acervo discográfico en la casa donde viví hasta mi juventud, una colección de discos en acetato que se conservan hasta hoy en magnífico estado. Viene el recuerdo también de mi mamá, a quien llamo: Madre, diciéndome:
⎯Hijo, esa canción es mi favorita: “Mi corazón lloró y también se alegró al escuchar la voz de quien me habló”.
Se refería a Mi corazón lloró de King Clave. Una canción que le recordaba un momento específico de su vida, pero esa es otra historia y en una próxima entrega la abordaremos. Quizá.
Sabiendo entonces, que traía conmigo esa ventaja musical (crecer escuchando toda esa música) esta debería ser ahora una fortaleza como autor a la hora de enfrentar el papel en blanco, sí o sí. Era lo que esperaba realmente.
Me dispuse a escribir material que fuera la primer cosecha como autor a prueba. Volví a escuchar ya en suelo mexicano esas grandes canciones de Los Ángeles Negros (con la ayuda de las plataformas digitales de hoy) que sabía conocía muy bien pero necesitaba volver a escuchar para ahora intentar ir a sus entrañas, descifrar la cadencia de sus melodías, su fraseo, su alma y provocar con ello que llegara a mí desde allí donde vienen las canciones: una melodía, una frase que pudiera emocionarme, que me dijera algo emocionalmente y que se pudiera adaptar con precisión a la voz del interprete de la banda, que canta exactamente con esa misma calidad interpretativa y registro vocal de Germaín de la Fuente, el vocalista chileno de los comienzos de la agrupación.
Fue así como en esa búsqueda introspectiva logré entonces encontrar melodías que fui hilvanando a antojo emocional, acorde a frases accidentadas inicialmente, caóticas a ratos, pero con un esbozo bastante claro de lo que diría finalmente. Yendo a ratos a mi pasado, a buscar algo que me hubiese quedado pendiente decir, buscando en mi presente también algo que necesitara drenar, también haciendo un viaje mental a ojos cerrados a ese mañana idealista que me provocara una idea de algo que deseara a futuro. Aproveché ir a todos lados en mi vida: a mi pasado, presente y porvenir, para encontrar la semilla lírica y hacerla florecer en el papel en contubernio con mi tan amada soledad.
Veinte días después de aquella llamada de la editora, tenía en mis manos tres canciones que había escrito (entre la Ciudad de México y Tlaxcala) exclusivamente para la banda chilena radicada en México. Le marco a Dago (como le decimos cariñosamente) y le comento que mi primer reto estaba cumplido, que ya tenía las canciones para Los Ángeles Negros y que, cuándo podía recibirme en su oficina para mostrárselas.
—Vente el próximo lunes a la oficina —me dijo—, después de la comida y te prometo que conseguiré una cita para que veamos en persona a don Mario Gutiérrrez, el dueño y fundador de la agrupación ese mismo día y puedas mostrarle personalmente tus canciones. Con suerte y lo encontramos disponible, sino de todas maneras yo le haré llegar los temas personalmente, pero tengo el presentimiento de que lograremos la cita; solo que antes mándame los demos de esas tres canciones para escucharlas.
Le envié de inmediato a Dago las tres canciones grabadas en calidad de demo para que las escuchara y me confirmara si estaban a la altura de lo que la banda chilena podría estar buscando.
⎯Déjame las escucho de una vez —me dijo Dago—, para verificar si tienen la calidad en forma y contenido y definir cuál de las tres canciones podría ser el tema a presentarles.
Yo estaba muy entusiasmado con este primer reto, sabía que había escrito tres canciones que podían ser elegidas para presentárselas a la banda, estaba seguro de que los tres temas tenían calidad de elegibles; el corazón me lo decía, y si el corazón lo dice, el corazón no miente.
Era mi primer reto y yo desahogue en esas tres canciones todo lo que traía conmigo en el alma, poniéndole no solo toda la pasión que conlleva escribir una canción, sino el hambre que viene conmigo desde hace muchos años de ser escuchado y de hacer carrera como autor en este país que no me defraudó y que sigue entregándome a manos llenas tantas oportunidades.
Me pongo en contacto nuevamente con Dago un par de horas después del envío de las canciones a su correo.
⎯Oye Norman —me dijo Dago con mucha seguridad—, las tres canciones son muy buenas, merecen ser presentadas las tres, creo que lograremos una grabación allí.
—Vente el lunes como acordamos y trae contigo tu guitarra, prefiero que le cantes en vivo las tres canciones a don Mario para causar una mayor impresión con tu interpretación —terminó diciéndome.
La emoción natural de quien tiene delante una gran oportunidad afloró por cada parte de mi ser, sabía que tendría una oportunidad de oro y que debía aprovecharla como nunca. Los nervios afloraron también, no sería fácil cantar delante de un genio musical con una trayectoria de más de cuarenta y cinco años en la escena internacional y con un gran conocimiento de la música. El destino estaba ya trazado y solo esperaba con ansias que llegara finalmente el lunes y enfrentarme a mi primer reto ya en grandes ligas.
Aproveché al máximo el fin de semana que ya estaba próximo, para ensayar y ensayar hasta el cansancio, confieso que hasta los dedos de las manos me dolían de tanto tocar la guitarra, solo veía como los surcos que dejaban las cuerdas metálicas de mi guitarra negra (esa misma que llegó conmigo en ese primer vuelo) se hacían más profundos a cada vuelta que le daba a cada una de las canciones. Era un acto casi masoquista, pero profundamente gratificante, no importaba el dolor en mis dedos, es más, mi mente fue capaz de bloquearlo, anestesiarlo. Podían más mis ganas de encontrar en cada vuelta de ensayo, la mejor interpretación, encontrar ese sonido en mi voz, ese fraseo que pudiera ser el gancho idóneo que atrapara la atención del oído experimentado del fundador de la banda chilena y con ello conseguir el cometido: la promesa de grabación.
Llegado el lunes me sentía profundamente acelerado, la emoción a flor de piel y los nervios avecinándose de a poco. Tenía las tres canciones ya bien ensayadas y mi mente diciéndome: no puedes fallar. Llegué a la hora acordada a la recepción de Universal Music Publishing México con guitarra al hombro y las ganas tremendas de enfrentar finalmente el reto de presentar las canciones. El policía encargado de la recepción me anuncia vía telefónica con Dago y posteriormente me abre paso para que pueda acceder hasta su oficina. Dago como de costumbre, siempre relajado, animado y sobre todo con un carisma tan excepcional, me recibe en la puerta de entrada del pasillo que conduce directo a su oficina. Ya sentado en la intimidad de su oficina, platicamos brevemente, mientras nos ponemos al día de como nos ha ido.
⎯Bueno mi Norman —me dijo Dago—, voy a llamar a don Mario, estoy seguro que como de costumbre él está en su oficina, vamos a cruzar los dedos y esperemos que responda.
Fueron sin duda, los ocho segundos más impresionantes que he vivido, hasta los percibí largos. Sí, los ocho segundos que duró el timbrar de la llamada y que parecía que no lograría ser respondida. Pero cuando creí que no responderían, finalmente al otro lado levantaron el teléfono.
⎯¡Don Mario, buenas tardes!
—Te habla Dagoberto Reyes —dijo Dago muy emocionado.
Sentí un repentino alivio, sabía que habría una respuesta tras esa llamada y solo esperaba que esa respuesta fuera la aceptación de permitirnos visitarlo en ese mismo momento en su oficina.
⎯Fíjate que tengo acá conmigo en la oficina a un compositor que ha escrito tres canciones exclusivamente para ustedes —dijo Dago—, le comenté que la disquera tenía abierto el repertorio para el próximo álbum de la agrupación y nos ha traído este material que está muy bueno.
—Me gustaría visitarte, quiero que escuches estos temas.
—¿Estás en tu oficina? ⎯preguntó finalmente Dago.
Esperaba que estuviera en su oficina y que aceptara vernos. Solo veía a Dago asentir con la cabeza, sin saber con claridad qué era lo que don Mario le estaba diciendo al teléfono.
⎯Ok, perfecto, así le hacemos entonces don Mario, en este momento nos lanzamos para allá, será un gusto volver a saludarte, te vemos entonces, ahora mismo nos disponemos a salir ⎯concluyó diciendo Dago al teléfono.
En ese momento supe que había aceptado vernos y que saldríamos de camino a su oficina. El momento que había deseado tener como autor estaba a unos cuantos minutos de viaje. Salimos de la oficina de Dago y nos dirigimos a su auto que estaba estacionado a las afueras del edificio que albergaba a la Editora, un auto negro, muy elegante. Salimos de la calle Yautepec en la Condesa, con rumbo hacia Reforma mientras Dago me comentaba que estábamos de suerte, porque no solo habíamos encontrado a don Mario al teléfono sino que también habíamos logrado la cita para ser atendidos al momento.
⎯No siempre se logran las dos cosas al mismo tiempo ⎯me dijo Dago.
Y nosotros lo habíamos logrado.
Treinta minutos más tarde, estábamos en el lugar, fue bastante rápido para ser la Ciudad de México, tan llena de tráfico a todas horas. Nos estacionamos en la calle Río Sena, por aquel año Delegación, hoy Alcaldía Cuauhtémoc, justo frente a la casa donde Los Ángeles Negros tienen sus oficinas centrales y estudio. A unas cuantas cuadras del Ángel de la Independencia.
Tocamos el timbre y estábamos a punto de entrar. La puerta se abrió, una persona del equipo de don Mario nos recibía y saludaba muy afectuosamente a Dago, como se saluda a las personas que uno conoce de hace tiempo. Efectivamente se conocían, me presenta Dago con este miembro del equipo, yo saludo muy emocionado y nervioso a la vez. Aún recuerdo con frescura la impresión que me provocó ver aquel piso tan impecable de la casa por dentro, un mosaico bien acomodado de azulejo en cuadros de color blanco y negro, como la base de un juego de ajedrez. Nos invita a subir a una segunda planta de la casa y es allí donde vemos al final de esos escalones empinados al mismísimo don Mario Gutiérrez quien salía del estudio a nuestro encuentro. Desde allí percibí la buena vibra que don Mario derramaba, al escucharlo saludar a Dago con mucho entusiasmo y afecto, sabía que estaba delante no solo de un gran artista y músico, sino también delante de una persona con una calidez humana que se desbordaba.
Ya en la segunda planta llegó el abrazo afectivo y muy fraterno entre él y Dago, se saludaron como se saludan dos hermanos entrañables, sabía entonces que tendría la suerte de presentarle mis canciones a una persona que estaría en la frecuencia correcta, con la disposición emocional ideal y sobre todo con ese ingrediente tan importante: la sencillez y humildad que solo los grandes poseen.
Luego de ese abrazo, Dago hizo el favor de presentarme de la mejor manera, no pudo ser mejor.
⎯Don Mario —dijo Dago con entusiasmo—, te presento a Norman André, un magnífico compositor con el que estamos trabajando y quien escribió para el grupo tres canciones a pedido nuestro; de la editora.
Don Mario voltea la mirada hacia mí y me extiende la mano y me saluda de la misma manera en la que saludó a Dago, como si también nos conociéramos de hace muchos años, de una manera tan entrañable, me da ese abrazo tan típico y acostumbrado en la sociedad mexicana, primero la mano, luego el abrazo y después del abrazo nuevamente la mano. Así es el saludo entre amigos en México, tan fraterno y cariñoso. Me sentí seguro; bienvenido.
⎯Norman, maestro, bienvenido a tu casa, que gusto conocerte y que honor que te hayas tomado el tiempo para escribir estas canciones para nosotros —me dijo don Mario con tanta amabilidad.
¿Qué honor? Que alguien del tamaño de don Mario te dijera: que honor, era la muestra fehaciente de que estaba frente a un gran ser humano, sencillo y humilde, un ser extraordinario y fuera de serie. Dicen que cuanto más grande se es, se suele ser lo más sencillo y humilde que hay. Sin duda alguna yo estaba comprobando esa máxima con don Mario Gutiérrez.
Nos invita don Mario a pasar a su oficina, tomamos asiento frente a su escritorio ejecutivo ataviado con algunos discos de su última producción: Sin etiqueta y documentos que estaba revisando en ese momento.
⎯¿Gustan algo de tomar? —nos dijo don Mario.
Recuerdo que pedimos agua simple. La misma persona que nos había recibido a nuestra llegada a la puerta de la calle fue quien nos llevó luego el agua en dos vasos de vidrio.
Dago aprovecha ese momento para ampliar un poco en la presentación de mi persona.
⎯Norman es originario de Guatemala —le dijo Dago a don Mario—, llegó a México a buscar oportunidad como autor y estamos promoviendo su trabajo, nos parece muy buena su propuesta como compositor.
⎯¡Ah, eres de Guatemala!
⎯¡Qué bien Norman! —me dijo don Mario sorprendido⎯, tengo muy gratos recuerdos de tu país, hemos ido varias veces a presentarnos por allá y la gente ha sido muy cariñosa y fraterna con nosotros. Un gran público el que tenemos por allá. Nos encanta Guatemala.
Es allí donde aprovecho para comentarle a don Mario, que efectivamente (lo que ya expuse) Guatemala es un país que siente una gran conexión con las canciones del recuerdo y que las canciones de Los Ángeles Negros son de las favoritas del público guatemalteco.
—Cuéntame un poco de ti, algo de tu historia —me pregunta don Mario.
—¿Qué te motivó a venir a México?
—Mira que yo llegué hace más de cuarenta años y ya no volví a Chile, solo volví cuando teníamos presentaciones por allá, pero me quedé a vivir acá y logramos hacer carrera internacional desde México.
Aproveché la pregunta para contarle de manera bastante puntual pero resumida, los detalles más importantes de mi trayectoria hasta ese momento. Me dijo que le parecía muy interesante mi historia y que sin duda alguna el paso de llegar a México era algo que debía hacer y que ya lo había conseguido, que ahora era cuestión de picar y picar piedra (trabajar con tesón) hasta ir consiguiendo los objetivos.
—Entonces cuéntame —me dijo don Mario.
—¿Dime qué me traes?
—Muéstrame las canciones que escribiste.
—¿Traes los demos?
—¡Sí, los traigo! —le respondí.
—Dago me dijo que los trajera, así que aquí vienen conmigo, aunque me sugirió que sería mejor mostrarle las canciones cantándolas en vivo acá con mi guitarra —le dije.
Don Mario me dijo que le parecía buena idea escucharlas en vivo, ya que así podría apreciar el sentimiento del autor a la hora de la interpretación y percibir el alma de cada uno de los temas. Así que me dispuse a sacar mi guitarra, La Nena, como le llamo cariñosamente a mi instrumento de seis cuerdas y como la conocen algunos de mis grandes amigos. La saqué del estuche en la que iba, un poco más relajado, porque los nervios son inevitables en esas circunstancias de autor novel, pero sin duda la plática previa me había hecho sentir en confianza y estaba listo para mostrarle a don Mario mis tres canciones.
⎯Le presento este mi primer tema ⎯le dije.
Haciendo referencia a Para olvidarme de tu amor, una canción que escribí como una oda de despedida a mi Madre en su lecho de muerte.
—Es una canción para despedir a un ser querido que se nos está yendo, que está pronto a emprender ese viaje hacia el sueño eterno ⎯le dije.
—Ese es un tema muy fuerte, muy sensible Norman, hablar de la partida de una madre.
—Estoy seguro que es una gran canción ⎯me dijo don Mario preparándose para escuchar mi interpretación.
Esta también es otra historia que seguramente abordaré en los próximos meses. Por qué escribirle esta canción a mi Madre, por qué escribir una canción de despedida en el lecho de muerte. Hay una historia también detrás de esta emotiva canción.
Para olvidarme de tu amor la escribí en dos lugares, la primera parte en la Ciudad de México y los detalles finales en Tlaxcala. Es una canción que relata una súplica tan profunda y tan sentida, en la que el protagonista le pide al ser amado que detenga su partida, porque considera que aún no es el momento de marcharse, porque esta seguro que quedan muchas cosas por vivir y tantas que disfrutar juntos en el plano terrenal. Ese es uno de los momentos más difíciles de afrontar para cualquier ser humano: la pérdida, la ausencia, el vacío. No estamos preparados emocionalmente por lo regular, para asimilar una pérdida como si nada, como que no pasara nada, como si fuéramos insensibles por naturaleza, cuando por natura somos todo lo contrario, somos seres totalmente emocionales. Y la pérdida de un ser querido, tan cercano como una madre, un padre, un hermano, una hermana o un ser tan entrañablemente querido supone un momento tan difícil en la vida de cualquier ser emocional.
“Quédate, que no se acaben los días, escúchame, quedan tantas alegrías por vivir, yo te necesito aquí, si te vas, no queda vida”, comencé cantando suavemente en un Fa menor y con la seguridad de que debía transmitir con mi voz el sentimiento que la canción despierta. Proseguí con los demás versos hasta llegar al coro, consciente del reto vocal que este implica, es el clímax de la canción, lleva al límite mi registro vocal y me permite ir de una nota media hasta una muy alta, situación melódica que es el sello particular en los temas de Los Ángeles Negros.
A ratos, tratando de no perder la concentración veía con disimulo a Don Mario, él muy atento escuchándome, necesitaba verificar si lo que estaba escuchando le agradaba y lo aprobaba con algún gesto. Alcancé a ver como asentía con la cabeza a ratos, con el ritmo de cada verso en mi avance hacia el coro, mientras Dago presenciaba mi interpretación en la silla que estaba a mi costado derecho.
Llego finalmente al coro y es allí donde veo ya un gesto más pronunciado, un semblante de agradable asombro en el rostro de don Mario, lo había tomado por sorpresa ese ascenso de nota medía a nota alta de registro de tenor lírico. Había capturado su atención total, supe que le agradaba la canción, que le había sorprendido escuchar ese cambio tonal tan pronunciado del precoro al coro, lleno de una cadencia emocional voraz en su tránsito nota a nota. Una tercera estrofa posterior al puente musical y luego el precoro y un coro más como final, estaba a punto de terminar la primera interpretación.
“No bastará morir”, rematé cantando mientras buscaba en la guitarra ese acorde disminuido en Si menor que descubrí hace algunos años de manera accidental y que me ha funcionado perfecto para los finales de las canciones en esa armadura. Solo que en realidad, el acorde estaba transportado con la ayuda de un capotraste negro, la canción originalmente la escribí en armadura de Si menor, pero decidí en el proceso de creación, que quizá sonaría mejor si la transportaba medio tono arriba y me animé a hacer la prueba y fue acertada la idea, la canción me quedaba más cómoda para la interpretación y ese coro brillaba con fuerza y con tanta personalidad que hasta yo mismo alcanzaba a cimbrarme cada vez que lo abordaba.
Dejé que la guitarra apagara su sonido hasta el último segundo, como dándole más emoción y dejando los dedos presionados con fuerza sobre ese Do menor disminuido, haciendo que las cuerdas agotaran solas hasta la última gota de sonido, hasta que dejara de percibirse. Don Mario escuchó y esperó sin prisa, con mucha calma, dejó que la guitarra terminara de hablar y fue entonces cuando inspiré apoyado en el cuerpo de la guitarra, con los ojos cerrados, para desconectar sin apuros mi alma de mi voz y volver así a conectarme de nueva cuenta a la realidad.
Levanté la mirada y en ese momento don Mario aplaudió con mucho entusiasmo, como quien había presenciado algo bello, memorable. Me sentí totalmente honrado por aquel momento. Un momento que sabía quedaría grabado para siempre en mi memoria. Era como una fantasía sacada de un cuento y que se hacía realidad ante mis ojos. Porque así son esos momentos memorables para nosotros los autores, esos aparentes imposibles, estar delante de esos grandes artistas que hemos admirado desde pequeños y que la vida de pronto nos pone frente a frente, acortando todas esas brechas generacionales, culturales, sociales y de distancia entre un grande de la música y un soñador con alma de poeta.
⎯Se ve que sufres esa canción —me dijo don Mario aún emocionado—, la vives, se puede percibir perfectamente esa conexión que haces entre la interpretación y tu alma. Felicidades Norman, es una hermosa canción y me gustó, realmente me gustó mucho, me recordó inevitablemente a mis seres queridos, me transportó a mi San Carlos natal; tienes en tus manos una gran canción, es totalmente emotiva y hermosa.
Esas palabras de don Mario se convertirían en las palabras que busqué por muchos años en mi Guatemala natal y que no encontré, las palabras que necesitaba escuchar y que serían la razón de mi exilio musical. Necesitaba encontrar la aprobación de los expertos en la materia, los que ya transitan en la escena musical internacional, de los experimentados editores o artistas consagrados, que saben cuando se encuentran con una buena canción, con un compositor y lo aprueban o no. Ese momento valió toda la espera y se convirtió en el inicio de mi recorrido como autor en la escena internacional en suelo mexicano.
⎯¿Cómo ves mi querido don Mario? ⎯pregunta Dago refiriéndose a mí.
—¿Es bueno el muchacho no?
⎯Sí, es un excelente compositor, aparte me ha sorprendido mucho su forma de cantar, su registro vocal, esa intensidad para interpretar y su capacidad de escribir algo tan profundamente sensible ⎯respondió don Mario.
Para ese momento yo me sentía totalmente halagado, eran tantas emociones juntas, mi cuerpo, mente y alma disimulaban con todo, para no hacer tan evidente que estaba viviendo un momento tan gratificante como nunca. Traté de controlar mis emociones para que estas no me traicionaran, debía cantar aún dos temas más y debía estar bien enfocado.
Estábamos digiriendo aquel momento musical, cuando se asoma a la puerta de la oficina Antonio Saavedra, también chileno, a quien todos en la agrupación llaman con cariño: Jhonny, él era uno de los dos cantantes oficiales de la banda por aquel año junto a Mauricio Ruiz.
Jhonny es un cantante con un registro vocal impresionante, con una técnica tremendamente trabajada y con una trayectoria de muchos años como intérprete, él es a la fecha cantante oficial junto a dos nuevas voces. Jhonny acabada de llegar a las oficinas de la agrupación para una reunión que tendría con don Mario más tarde.
Don Mario lo invita a pasar a la oficina donde nos encontrábamos, y le comenta acerca de lo que estaba pasando y le platica acerca de mí, en un breve comentario le cuenta qué era lo que ocurría en ese momento en su oficina. Jhonny saluda a Dago de manera muy efusiva, ya que al igual que don Mario, lo conocía muy bien, esto producto de la relación laboral de la agrupación con Universal Music México, sello de la banda. Jhonny se dirige a mí y me saluda también con mucho afecto y respeto y me dice:
⎯Entonces me he perdido la presentación de tu primer tema, pero por suerte quedan dos canciones más, me encantará escucharlas.
En ese momento don Mario se lleva las manos al rostro como preocupado.
⎯¿Sabes una cosa Norman? —me dijo.
⎯Debí grabar la interpretación de tu primer tema, cómo se me pudo haber pasado ese detalle.
—Tengo la costumbre de grabar los temas para luego escucharlos con más detenimiento en el estudio y descubrir sus posibilidades.
⎯¿Puedes interpretarla de nuevo? ⎯me dijo.
⎯¡Claro, será un gusto don Mario! ⎯le respondí sin dudarlo.
Era una gran oportunidad volver a interpretar Para olvidarme de tu amor, iba a tener ese segundo round, para convencer de nuevo y tratar ahora de convencer a Jhonny, quien debía sentirse identificado vocalmente con el tema, ya que sería él quien interpretaría la canción si alcanzaba a ser elegida para entrar a la grabación del nuevo álbum de estudio de la agrupación.
Me dispongo entonces a interpretar por segunda ocasión mi primer tema en audición.
⎯¡Norman, espera! —me dijo don Mario—, veo que no traes púa (uña, uñeta, pluma, plumilla).
—Permíteme regalarte una, para que puedas hacer sonar más tu guitarra electroacústica —me dijo.
Abre la gaveta de su escritorio y empieza a buscar entre las cosas que allí tenía una púa. Saca entonces una pequeña bolsa de plástico transparente y extrae de ella una púa negra.
⎯Ten ⎯me dijo.
Extendiéndome su mano pone en la palma de la mía aquella púa negra, de forma triangular y brillante.
Allí descubro al bajar la mirada y observar los detalles del pequeño obsequio, que la púa que me estaba regalando era una púa personalizada, era un objeto prácticamente de colección para cualquier admirador o seguidor de la banda. Una púa negra con el logotipo de la agrupación estampado en blanco, en el anverso. Sabía que aquel diminuto objeto (pero valioso) se convertiría para mí, en el recuerdo material de nuestro encuentro.
Ya con la púa en mano y don Mario con su grabadora digital tipo reportero en modo grabación, me arranco de nuevo en mi segunda interpretación de Para olvidarme de tu amor, esta vez, con más confianza, totalmente relajado y conectándome con el interior de mi alma para entregar una mejor versión, más emotiva que la primera, ahogándola un poco con tintes melodramáticos, para que pudiera conectar aún más, para que fluyera su esencia y pudiera cobrar vida delante de los ojos y oídos de quienes nos encontrábamos allí.
La canción vuelve a fluir con la misma intensidad de la primera interpretación, llego al último verso y vuelvo a repetir ese mismo final, dejando todo, el alma en ese último instante para provocar de nuevo ese aplauso que llega por instinto y espontáneo cuando el corazón te dice que te ha cautivado lo que has escuchado. El aplauso llegó, fue totalmente generoso, esa sensación de conquista emocional es tan tremendamente gratificante. Los comentarios esta vez fueron más allá, don Mario muy emocionado por la canción me dice:
⎯La tengo grabada Norman, ahora no perderé detalle alguno de esta bella canción, la escucharé en los próximos días en el estudio con la atención que se merece una hermosa obra musical.
Jhonny también aprovecha ese momento para decirme:
⎯Maestro que bella canción nos has obsequiado.
—Oye, qué voz tan particular la que tienes, qué bonita voz, esa afinación y ese timbre, qué bonito momento nos has regalado.
—Me encantaría cantarla, así con esa emoción que le pones al interpretarla —concluyó diciéndome Jhonny.
Sabía para entonces, que elegir Para olvidarme de tu amor como primer tema a cantar había sido totalmente atinado.
Ya al calor de las emociones, y luego de todos los halagos recibidos por mi primer tema, don Mario me pregunta por las otras dos canciones.
⎯Dice Dago que nos traes tres temas ⎯dijo don Mario.
⎯Así es don Mario ⎯le respondí.
⎯Traigo efectivamente tres temas, será de igual manera, un gran honor poder interpretarle las dos canciones que aún me falta compartirle ⎯le dije.
Aproveché el momento para contarle un poco acerca de los detalles de la siguiente canción.
⎯Don Mario, el siguiente tema lleva como título Ya lo he vivido —le dije—, es una canción que aborda la vida de una persona que ha ido de fracaso en fracaso por el amor y llega a ese punto en su vida que ha sido tanto el dolor que ha sufrido producto de tanta decepción, que llegó a un momento cumbre de aceptación personal y de bloqueo emocional total, y entonces asume con franqueza que otro desamor será algo que ya no le dolerá, ya que lo ha vivido tantas veces que esta vez será algo que ya no le provocará dolor, sino más bien, acepta que así son las cosas para él y que otro amor vendrá, sin rencores, sin culpas, sin reproches.
⎯Órale, suena muy interesante eso —me dijo—, estoy seguro que escucharemos entonces otro tema emocional, así como lo fue el primero.
—Adelante Norman, muéstranos tu segundo tema.
—Deja pongo mi grabadora a trabajar para no perder detalle de esta segunda canción ⎯dijo don Mario entusiasmado.
“Tan fácil puede parecer decir adiós, de nada sirve prometer si al final”, comencé diciendo con una voz colocada de cabeza y con bastante aire, para generar la atmósfera idónea que diera paso a los siguientes versos de Ya lo he vivido.
Con soltura y confianza me dejé fluir suavemente al ritmo pausado de la canción, procurando a cada nota meterle cadencia absoluta, sentimiento, emoción. Seguí fluyendo mientras observaba entre los cambios melódicos como Don Mario, Jhonny y Dago se dejaban envolver por las palabras, cautivados totalmente por lo que escuchaban, sentí esa seguridad que uno experimenta cuando parado en un escenario logras sorprender a un público que no te espera y que terminas enamorándolo.
“Ya lo he vivido más de alguna vez y esta vez no me dolerá”, llegué finalmente al coro y pude ver como don Mario volvía a asentir con la cabeza, como aprobando lo que escuchaba, mientras verificaba si la grabadora estaba capturando lo que cantaba. Seguí cantando, hasta llegar al intermedio musical.
Sabía que Ya lo he vivido estaba haciendo su trabajo, que no me estaba dejando mal parado, tenía también lo suyo y se estaba dejando sentir a través de mis cuerdas vocales.
“Lo has decidido, anda de una vez, que otro amor vendrá, otro amor… vendrá”, terminé cantando, para poner así punto final a mi segunda canción en oferta.
Don Mario vuelve a aplaudir y con él, Jhonny y Dago. Era un momento tan irreal, de verdadero ensueño, ver a aquel gran músico de trayectoria internacional impresionante: como público. De esos momentos que le agradeces a la vida por siempre.
—Linda canción Norman, qué manera de decir las cosas.
—¡Caray! me has sorprendido también con este tema. Sin duda alguna mucha gente podrá sentirse identificada con la temática de esta obra. Me gustó también, te felicito, hay talento como autor en ti ⎯me dijo don Mario viéndome de frente.
A los comentarios de don Mario se sumaron los de Jhonny y Dago, quienes habían disfrutado también la interpretación de mi segunda obra musical.
El momento decisivo estaba por llegar, cerrar con todo, ponerle el broche final a mi audición, tener la oportunidad de confirmar con el último tema; que había escrito canciones interesantes y con posibilidades de grabación. Debía salir de las oficinas de la agrupación con una promesa de grabación, ese era el cometido que nos habíamos propuesto con Dago, quien con esa calidad humana y generosidad que siempre le ha caracterizado, me había puesto delante de mi primer paso importante como autor en la escena editorial internacional.
Le presento a don Mario mi tercer tema, me guardé para el final una canción interesante, especial, muy personal también. Esta era una canción que surgió en la Ciudad de México a raíz de la conversación telefónica con un gran amigo de mi infancia y juventud, que trajo al presente los recuerdos de un amor de la adolescencia, los recuerdos de aquella niña de la cinta en la frente. Recuerdo perfecto ese momento, fin de semana por la noche, yo recluido en mi pequeña habitación de pensión, justo allí en medio de la populosa Santa María la Ribera, a muy pocos pasos del museo del Chopo y a un par de cuadras del monumento a la Revolución. En el número cuarenta y cinco de la calle Doctor Enrique González Martínez. En la terraza, era el sexto cuarto de la azotea si contábamos con orden. Número cuarenta y seis en la puerta. Una pequeña puerta verde me separaba del frío que corría con fuerza afuera por las noches (aún conservo el juego de llaves que me dieron en la recepción el día que me estrené como nuevo inquilino) ese era mi pequeño mundo por aquel año, mi habitación, mi sala, mi comedor, mi espacio privado, mi estudio, lo era todo. En ese lugar escuché por primera vez una cumbia que no había escuchado antes, solía escucharse por las tardes y noches, casi diario; la cumbia sonidera, se lograba colar por la pared del cuarto posterior. Ese fue mi primer encuentro con el sonido de la cumbia que gusta tanto en el centro de México y que terminó por atraparme.
Luis Felipe Morán a quien todos llamábamos: Wicho, en la primaria y secundaria, es el amigo de juventud con quien sostengo la conversación vía telefónica, él en Guatemala y yo en la Ciudad de México, y sería aquella conversación la que detonó el nacimiento de los primeros versos y la ya muy clara melodía de la tercera canción que estaba a punto de presentarle a don Mario. Esta también, es otra historia más que interesante, la historia del nacimiento de Un viejo amor, estoy seguro que la abordaré con detalle en un próximo relato.
⎯Mi tercera canción tiene como título Un viejo amor ⎯le dije a don Mario.
⎯Es una canción que habla de esa fantasía que tenemos algunos de volver a enamorarnos de un gran amor de la adolescencia, volar mentalmente e imaginar que aquello podemos materializarlo, que volvemos a coincidir muchos años después y de pronto el amor vuelve a nacer como la primera vez, con esa misma intensidad, pero ahora ya con la madurez de los años ⎯agregué.
⎯Super interesante eso.
⎯Ha de ser una gran canción también, estoy ansioso por escucharla y ver como abordaste eso ⎯me dijo finalmente don Mario.
“Yo no me di cuenta y fue, que tan solo con volverla a ver, se fue metiendo poco a poco y sin querer, se fue adueñando lentamente de los días”, comienza diciendo la canción en un La menor.
Me solté cantando mi última canción por presentar al Ángel Negro mayor, era el momento de dejar una gran impresión ante don Mario, Jhonny y Dago, y me dispuse a hacerlo dejando lo mejor de mi interpretación en cada verso.
A media canción pude ver como tenía a tan selecto público cautivo, emocionado y eso era para mi una victoria, la primera de muchas que soñaba conquistar. Fui disfrutando cada palabra que se iba agotando con el transcurrir de los segundos, los últimos de mi audición.
“Un viejo amor, se ha metido nuevamente en mi cabeza, el olvido regresó para volverme a enamorar”, canté el coro con fuerza y con una voz bien colocada, para no dejar duda de que también podría ser una buena canción, que podía ganarse una oportunidad en el repertorio abierto.
Seguro entonces de que esta canción tenía lo suyo, llegué al final y le baje de a poco el tempo para poder rematar con emoción, dar ese toque final, ese que pudiera regalarme un último aplauso, una última muestra de aprobación. “Y me pone el corazón para que la vuelva amar y mi alma se ha rendido ante sus besos, y mi alma se ha rendido ante… sus besos”, terminé cantando con emoción y con el alma más que satisfecha, con el alma agradecida por aquel momento que sabía se estaba convirtiendo en el acontecimiento que daba inicio a mi historia como autor en suelo mexicano.
Con los ojos cerrados y guardando el aliento por unos segundos me integré de nuevo a la frecuencia de la realidad, dispuesto ahora a escuchar esos últimos comentarios, descubrir si mi última canción había cumplido como las dos anteriores. Y sí, llegó el aplauso y llegaron los comentarios, todos muy buenos, totalmente generosos.
⎯Es una tremenda canción mi querido Norman ⎯me dijo don Mario.
⎯Es interesante la forma de abordar un tema tan común para la mayoría, solo que todos por lo general tenemos malísimos recuerdos de los viejos amores y lo que menos deseamos es regresar con alguno de ellos ⎯sonrió don Mario brevemente.
⎯Pero tú, abordaste el tema desde la perspectiva de quien vivió una bella experiencia y algo quedó inconcluso, algo pasó y sabes que no debía quedar así. Un amor bonito que quizá mereció más y no fue así y quedó entonces esa sensación de que deberías de tener otra oportunidad para hacer de aquella relación finalmente lo que merecía ser, lo que debió ser —dijo don Mario muy inspirado por la canción.
⎯Es una gran historia, te felicito, nos has sorprendido gratamente, no esperé terminar este día de esta manera y días como estos son los que quedan en nuestras memorias. Agradezco que hayas llegado hasta acá y que te tomaras el tiempo para escribir algo para nosotros, es algo que valoro mucho en cada autor que he tenido la oportunidad de conocer. Tienes tres bellas canciones y estoy seguro que haremos algo con ellas ⎯me dijo don Mario con mucha seguridad.
⎯¿Qué te parece don Mario? ⎯dijo Dago muy emocionado.
⎯Son muy buenas las canciones ¿no?
⎯A mí también me sorprendió bastante cuando escuché los demos, sabía que tendría la oportunidad de presentarte a un autor interesante, joven pero con esa creatividad necesaria para acoplarse a medida de lo que necesitábamos para el repertorio. Las canciones me parecen muy acertadas, muy bien logradas y transitan en el esquema melódico de la agrupación.
—¿Cómo ves don Mario? ⎯terminó preguntando Dago.
⎯Sí, son geniales, y efectivamente suenan para nosotros. Me gustan mucho, Ya lo he vivido es muy buena, Un viejo amor es hermosa, creo que nos puede funcionar muy bien, pero Para olvidarme de tu amor es la que más me ha gustado. Me gustaría grabarla, incluirla en el próximo álbum, es una bella canción para inmortalizar la memoria de un ser querido que ya se nos fue. Es un himno esa canción ⎯dijo don Mario con tanta generosidad al hablar de mis tres canciones.
Sabía que teníamos en ese momento ya un ofrecimiento de grabación, que solo sería cuestión de tener la paciencia de esperar a que don Mario presentara a la disquera los temas finales, los elegidos para el próximo álbum.
⎯Anota mi número de la oficina y el personal mi querido Norman, vamos a estar en comunicación, voy a escuchar en los próximos días en el estudio nuevamente los temas, voy a bajar de la grabadora digital los audios a la computadora. Me han gustado tus tres canciones, te prometo que voy a incluir Para olvidarme de tu amor y Un viejo amor en nuestro próximo álbum.
—Si la disquera no nos dejara incluir los dos temas, te prometo que Para olvidarme de tu amor será la canción que grabaremos ⎯dijo don Mario entregándome finalmente de su boca la promesa de grabación que Dago y yo buscábamos.
Para ese momento, yo me hallaba con tantos sentimientos encontrados, con la lágrima literalmente atorada y sostenida en la garganta. Pasaban por mi mente tantas imágenes de mi trayectoria hasta llegar a ese momento que estaba viviendo y no era para más, como Dago lo había dicho ya, no era fácil llegar hasta el artista, más complicado aún que este tuviera el tiempo para escucharte y aún más lejano que en el momento te diera una cita y que en esa cita instantánea llegara la promesa de grabación. Era cumplir el primer sueño en tan pocos meses de estancia en México. Estaba de suerte. La cita ya estaba programada en el destino irrenunciable, y era yo quien había llegado después de recorrer más de mil quinientos kilómetros de distancia para no dejarla pasar.
El momento de la despedida había llegado, Dago y yo estábamos completamente satisfechos por haber cumplido con creces, por no dejar pasar la oportunidad y aprovecharla como debía ser, saliendo de las oficinas de Los Ángeles Negros con la preciada promesa de grabación.
Tuve algunos minutos más para guardar mi guitarra con tranquilidad en el estuche en que la llevé, mientras Dago iniciaba la despedida. Ya con la guitarra en el estuche y puesta ya en el hombro, me acerqué a don Mario para despedirme y agradecerle por aquel momento.
⎯Nada que agradecer mi querido Norman, gracias a ti por venir hasta acá y traernos estas hermosas canciones, ya te dije que estaremos en contacto vía telefónica para darle seguimiento al repertorio hasta la grabación del álbum. Si no te marco la próxima semana, márcame por favor con toda confianza ⎯me dijo don Mario.
Yo ya le había compartido también mi número telefónico y él había guardado mi contacto en su teléfono personal.
⎯Mi querido Norman tengo ya guardado tu número, así que no dudes en llamarme si yo no lo hago en los próximos días ⎯recalcó don Mario.
Un estrechar de manos doble y un abrazo muy efusivo como despedida dejaron en claro para Dago y para mi, que el objetivo había sido cumplido y que se dejaba la puerta totalmente abierta para mí, como autor. Ahora tocaba darle seguimiento hasta el paso final.
⎯Los acompaño hasta la puerta ⎯nos dijo don Mario muy amablemente.
Bajamos juntos esos escalones, la sala del primer nivel se veía impresionante desde la segunda planta y el hermoso mosaico del piso duotonal se apreciaba majestuoso, con un brillo de espejo.
Ya en la puerta de salida a la calle, una última despedida y finalmente la audición se había consumado con éxito. Salimos de las oficinas de Los Ángeles Negros, Dago y yo muy contentos, con una felicidad que no pudimos ocultar ya en la calle mientras buscábamos el auto.
⎯Bien mi querido Norman —me dijo Dago—, estuviste muy bien, a la altura, logramos salir con la promesa de grabación y eso es un gran paso para tu carrera de autor.
—Ahora no pierdas de vista darle el seguimiento necesario, mantén la comunicación con don Mario, debemos llegar hasta ese último paso: la grabación ⎯terminó diciéndome Dago ya dentro de su automóvil.
Dago se dirigía ahora a su casa y amablemente ofreció acercarme a la pensión. Atravesamos literalmente el corazón de la alcaldía Cuauhtémoc, pasando por San Rafael, mientras seguíamos comentando lo impresionante que había sido la experiencia y lo importante que sería para mí, que una de mis canciones estuviera incluida en el próximo álbum de estudio de la banda chilena.
⎯Estás muy cerca de concretar tu primera grabación como autor mi Norman —me dijo Dago—, ahora solo es cuestión de que todo marche bien y que no haya ninguna sorpresa de última hora en el camino del repertorio hacia la grabación final. Eso es muy normal en los repertorios. Pero de cualquier manera, si llegase a pasar algo, no te desanimes, el camino del autor y las canciones es así, y no pasa nada, lo importante es que ya el artista conoce las canciones y al existir un ofrecimiento de grabación, esta llegará en este álbum o en el próximo, eso es ley ⎯me dijo Dago con la experiencia de más de cuarenta años en la industria y como editor.
Para ese momento, ya estábamos transitando por la calle Serapio Rendón, alcancé a divisar como nos acercábamos poco a poco al famoso teatro Manolo Fábregas y esa era la señal de que mi parada final estaba por llegar, aproveché para agradecerle a Dago por esta gran oportunidad y ponerme a la orden para cualquier otro repertorio que pudiera abrirse en los próximos días.
⎯Bueno mi querido Norman, lo logramos, ve y descánsate, ha sido un gran día para ti y para todos los que vivimos la experiencia hoy. Disfruta mucho este momento, fue grandioso y quedará escrito en tu historia como autor ⎯me dijo Dago ya con el auto detenido y sobre la avenida Ribera de San Cosme, justo frente a la estación del Metro San Cosme.
Un estrechar de manos dentro del auto y desciendo con mi guitarra en mano entre un serpentear de gente que era presa ya de la hora pico de la ciudad, caminando en todas direcciones tratando de aprovechar los últimos minutos de luz solar que el día ofrecía, estábamos muy cerca de ver caer la noche y yo también debía aprovechar esos pocos minutos que quedaban para caminar rápido hacia la calle que me llevaría hasta la pensión. Espero a que Dago continúe su camino y alcanzo a ver como se alejaba en su auto negro por la Ribera de San Cosme. Decidí caminar entonces por la calle de Naranjo hasta el cruce con Amado Nervo, calle que me conduciría hasta la esquina donde se encontraba la pensión que albergaba no solo mi estancia, sino también los sueños de un autor.
Quince minutos de caminata y ya estaba en la esquina de la pensión, alcanzo a ver como Memo y Toño (los amigos que hice en la pensión y que se convirtieron en mis primeros amigos en la Ciudad de México) estaban en la banqueta justo frente a la puerta de la entrada del recinto que nos alojaba. Ellos sabían que tendría ese día una cita importante a través de la editora de Universal Music.
⎯¿Cómo te fue? ⎯me preguntaron al unísono muy intrigados.
⎯Me fue increíblemente bien ⎯les respondí con la emoción aún palpitando dentro de mí.
⎯Fue una experiencia increíble, memorable.
—Tuve la oportunidad de cantarle a Don Mario Gutiérrez mis tres canciones, estuvo allí también el vocalista principal: Jhonny, y el A&R de Universal Music Publishing México, Dago Reyes —les dije.
Justo en ese momento se integra a nosotros Charly, otro de los amigos de la pensión, quien salía a tomar aire a la calle y se unió a la plática. Tuve la oportunidad de contarles todos los detalles de la reunión con el fundador y líder de la banda chilena y se quedaron totalmente impresionados al escuchar que ese día había logrado conquistar mi primer hazaña autoral.
Me quedé allí afuera con este trío de amigos platicando alrededor de una hora y fue Toño quien interrumpe la plática para proponernos ir a La Tiendita a celebrar la proeza alcanzada.
—Esto no se puede quedar así como así —dijo Toño.
—Esto hay que celebrarlo como se debe compañeros.
—Vamos a La Tiendita por algo con lo que podamos brindar por este primer gran paso de Norman en México, no faltaba más —dijo Toño con mucha seguridad.
—Perfecto —dijo Memo.
—Me late —dijo Charly
—Pues vamos entonces —dije muy honrado por las muestras de cariño y amistad de estos tres amigos entrañables.
La Tiendita era una pequeña abarrotería muy bien surtida a tres cuadras de la pensión. Había estado allí con estos tres amigos antes; acostumbrábamos ir regularmente por la noche por una botanita (fritura) y algo de beber para compartir como amigos nuestras experiencias en la Ciudad de México. La Tiendita tenía la particularidad de que podíamos consumir lo que se compraba, allí dentro o afuera del local ya que disponía de unas pequeñas bancas sobre la acera, pegadas a los vidrios de las grandes ventanas que separaban el interior del negocio, de la calle. Ya era un lugar muy conocido en Santa María la Ribera, tan conocido que no era raro ver el lugar lleno de gente, oficinistas, universitarios, profesionistas, vecinos y alguno que otro intelectual compartiendo su sabiduría con los ocasionales comensales al calor de una copa de vino.
Toño muy emocionado aún por el suceso que yo había experimentado como autor ese día, le comentó al dueño de La Tiendita lo ocurrido conmigo y lo que nos disponíamos a celebrar en su negocio. El dueño quedó impresionado con el suceso que lo comentó con quienes se encontraban allí y aquel momento de celebración de cuatro amigos se convirtió en una celebración colectiva en la famosa Tiendita de la calle Santa María la Ribera en la colonia del mismo nombre en pleno centro de la Ciudad de México bajo un ambiente de camaradería inolvidable.
Estuvimos Toño, Memo, Charly y yo en La Tiendita alrededor de dos horas compartiendo muy a gusto con quienes estuvieron esa noche allí. Luego salimos de vuelta hacia la pensión, era el momento de ir a descansar después de un día inédito en mi historia como compositor extranjero.
—La pasamos genial —dijo Toño mientras caminábamos de vuelta a la pensión.
—De pensar que solo íbamos por una botana y un vinito para celebrar el paso tan importante que has dado hoy mi Norman y terminamos sin quererlo provocando una celebración inédita también en La Tiendita y lo volvimos un acontecimiento vecinal —dijo Memo sonriendo de asombro.
—Chido mi Norman, qué cosa tan más chingona —agregó Memo emocionado.
—Padrísimo mi Norman, qué momento tan importante ese para tu carrera como compositor —dijo Charly muy entusiasmado.
Trescientos cincuenta pasos y estábamos finalmente de vuelta frente a la entrada principal de la pensión, con ese número cuarenta y cinco doble adornando los costados del marco de la puerta. Siempre me pregunté por qué la disposición así del número de casa, puesto allí dos veces y en grande. Uno de estos días sé que despejaré finalmente esa duda, debe tener una explicación razonable y espero tener acceso a ella.
Antes de entrar me despido de Toño, Memo y Charly justo frente a la puerta principal, con las emociones vibrando a flor de piel y con fuerza aún dentro de mí.
Finalmente abro la puerta principal de la pensión ya con la noche encima, con esa sensación de haber logrado ese primer gran paso en mi historia personal como autor extranjero, con una tremenda sonrisa y satisfacción total. Subo los más de cincuenta escalones hacia mi habitación de azotea sin notarlo, cuatro niveles arriba, iba como en un trance y caminé como por instinto hasta llevar la llave a la cerradura de la puerta verde de mi habitación, entro, cierro la puerta, acomodo mi guitarra en la esquina derecha, prendo mi cafetera, para no fallar al respectivo café de todas las noches y me dejo caer sobre la cama boca arriba, viendo al techo blanco, ondulado y metálico, para liberar toda aquella carga emocional y relajarla. Necesitaba un momento a solas conmigo, digerir todo lo vivido esa tarde y poner los pies sobre la tierra, asimilar todo aquel mar de sensaciones y enfocarme para no perder de vista el seguimiento que ahora debía darle a lo que acababa de sembrar y vi florecer al mismo tiempo, tocaba ahora ir paso a paso hasta ver aquella planta dar sus primeros frutos.
Esa noche me invadió el insomnio, no pude conciliar el sueño sino hasta ya muy entrada la madrugada. Hice un repaso mental de cada momento vivido en las oficinas de la agrupación chilena, era algo inevitable para mi alma soñadora que había llegado hasta acá precisamente en búsqueda de un momento como ese, un momento de gloria personal como autor.
Durante los cinco meses siguientes sostuve una estrecha comunicación telefónica con don Mario, dándole el seguimiento correspondiente al caminar de las canciones hasta llegar a la grabación. Don Mario siempre con una magnífica disposición, siempre atento y contestando mis llamadas con mucha cortesía y humildad.
⎯¡Mi querido Norman! ¿cómo estás? ⎯respondía don Mario en automático al tomar cada una de mis llamadas.
Volvimos a vernos, esa vez en un concierto especial que hizo la banda en el lobby del Auditorio Nacional, Dago me hizo la invitación para poder asistir y presenciar el espectáculo que Los Ángeles Negros darían con motivo de un aniversario más. Allí don Mario y yo volvimos a platicar y la promesa de grabación seguía su curso, en pie. Fue un concierto impresionante el que se vivió ese día en el Coloso de Reforma, los miles de seguidores que se dieron cita disfrutaron una a una cada canción. Fue increíble vivir la experiencia de escuchar a la banda tocando sus grandes clásicos totalmente en vivo y presenciar el show musical así tan de cerca. Ese día también, Dago me presentó a una amiga suya muy querida, La Chicuela, Blanca Martínez, una periodista de espectáculos mexicana muy reconocida y respetada en la radio y televisión de México y Latinoamérica, con un conocimiento impresionante de la música, los artistas y sus historias, quien también se había dado cita en el Auditorio Nacional para presenciar el increíble espectáculo musical de la banda chilena.
No fue hasta finales de ese año que Don Mario me comunica que la disquera les había cambiado totalmente el formato original del disco. Les había pedido hacer un disco con temas ya grabados por ellos en discos anteriores, hacer un disco recopilatorio con temas publicados años atrás pero con arreglos nuevos. El proyecto original de álbum inédito quedaba en pausa y no sería sino hasta un par de años después que dicho proyecto se retomaría, por esta vez no iba.
Ese frío emocional me recorrió todo el cuerpo, estar muy cerca de lograrlo y ver que no se concretaría por ahora. Don Mario también me compartió que estaba muy emocionado de hacer el disco inédito, que era algo que quería hacer, grabar nuevos temas, canciones completamente nuevas al oído de su público hispanoamericano, canciones frescas y con un sonido renovado de la banda pero conservando su esencia y sonido clásico.
⎯Estábamos muy entusiasmados con este disco inédito —me dijo don Mario—, teníamos ya elegidas las canciones, pero el sello nos ha pedido hacer un nuevo disco como el anterior: Sin etiqueta, que ha funcionado muy bien, así que ese es el nuevo plan de grabación por ahora.
—Así que tocará esperar un poco más mi querido Norman para escuchar tu canción finalmente grabada ⎯concluyó diciéndome don Mario con esa voz tan particular en él, serena, cariñosa y con su acento chileno que nunca perdió.
Recuerdo muy bien esa llamada de don Mario, yo me encontraba en la ciudad de Tlaxcala por esa fecha, estaba preparando junto a grandes amigos músicos: Julio Garrido, Juan Carlos Calzada, Leo Flores, Marisol Morales, Pablo Avelino, Memo Sánchez y Oswaldo Romero, lo que sería mi primera presentación oficial como cantautor en suelo mexicano. Me encontraba en ese momento de la llamada en las famosas: Escalinatas de Tlaxcala, hacía un recorrido en solitario por la ciudad y decidí subir los más de doscientos escalones que conducen a un hermoso mirador cuando recibí la llamada y me acomodé entonces, justo debajo de las columnas de concreto que sostienen el mirador para conversar con él. Conversamos alrededor de cuarenta y cinco minutos, aprovechamos para ponernos al tanto de como nos estaba yendo. Le conté que había tenido la oportunidad de viajar a mi país y que había llevado conmigo la púa que me había obsequiado cuando canté frente a él mis tres canciones y que se la había obsequiado ahora yo, a mi papá, porque sabía que para él sería un gran regalo y así fue.
—Un pequeño e inmenso tesoro ahora en poder de uno de sus más grandes admiradores: mi Viejo —le dije.
Se emocionó mucho al saber cual había sido el destino final de aquel pequeño regalo.
⎯¡Qué bonito saber eso mi querido Norman! ¡Qué bonito detalle para con tu padre! ⎯me dijo don Mario.
Mantuvimos siempre comunicación, cada llamada era un mar de aprendizaje, escuchar de don Mario esas historias detrás del éxito de Los Ángeles Negros eran sin duda alguna para mí: una tremenda escuela. Aprender de los más grandes así: de primera mano, siempre será algo que hay que agradecerle a la vida por siempre.
El disco nuevo de Los Ángeles Negros finalmente salió al mercado bajo el sello de Universal Music México a finales del 2016 bajo el título de Memorias del Alma, un disco estupendo, con una gran producción, un recopilatorio de grandes canciones clásicas de la banda y con un sonido increíble. Don Mario estaba muy contento con ese nuevo disco, era un gran álbum también. Una joya más que se sumaba a la impresionante lista discográfica de la banda.
Me comentó en los últimos meses de ese año 2016 que estaba ansioso por grabar el siguiente álbum, el de canciones inéditas, que al terminar la promoción de Memorias del Alma vendría finalmente la grabación de ese disco, que solo era cuestión de que la disquera diera luz verde para iniciar la producción. Que seguía en pie grabar al menos una de mis dos canciones. Eso me emocionaba mucho, saber que tarde o temprano escucharía una de mis canciones en la voz de esta legendaria banda chilena que llenó mi niñez de música, de extraordinaria música, la mejor música que pude escuchar siendo muy niño allá en mi Cobán natal. No perdía la esperanza de que aquello sucediera, don Mario siempre mantuvo el ofrecimiento en pie y eso para mí ya era un tremendo logro. Me sentía totalmente honrado.
La espera como autor continuó durante dos años más, mientras seguía componiendo nuevos temas para la editora y repertorios de otros artistas, y aprovechaba también para presentar mi propuesta como cantautor en algunos escenarios de la Ciudad de México, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. El sello no daba el banderazo de salida para iniciar la producción del siguiente material discográfico inédito de Los Ángeles Negros. La banda grabó en ese tiempo de espera un par de discos más, exclusivamente de presentaciones en vivo. El disco inédito seguía allí en la agenda de la banda y del sello sin lograr concretarse. Habría que esperar aún más. Y como se dice en el mundo de los compositores: hay que ser paciente, el tiempo de las canciones finalmente llega.
La comunicación con don Mario siguió fluyendo periódicamente y siempre fue un aprender con cada charla. Era increíble escuchar de voz propia: cómo nacieron algunas de sus más icónicas canciones y cómo él las abordó como arreglista. Todo un privilegio de la vida poder conocer todos aquellos detalles detrás de la producción de sus más grandes éxitos.
El tiempo siguió su paso, un par de años más se fueron, llegó el 2019 y el disco inédito no se concretaba aún. El disco estaba destinado a seguir esperando. Mientras todo aquello vivía su tiempo largo de espera, tuve la oportunidad de presentar en vivo uno de aquellos tres temas en la Bohemia de la ExpoCompositores. Fue Para olvidarme de tu amor el tema elegido para hacerlo en una versión acústica ante la mirada y los oídos de grandes compositores una noche de octubre. Hice un pequeño preámbulo para presentar la canción y contar los detalles de la misma, cómo había nacido, quién era la musa y para qué artista la había escrito. Les compartí lo impresionante que había sido la experiencia del encuentro con el fundador y genio detrás de la banda chilena y lo tremendamente honrado que me sentía porque aquella canción que estaba por interpretar había cautivado completamente a don Mario Gutiérrez, al punto de que había ofrecido grabarla e incluirla en el álbum inédito que se encontraba todavía en proceso de espera.
Me arranqué con la misma emoción y conexión que viví el día que canté la canción frente a don Mario en las oficinas de la agrupación. Sabía que esta era una gran oportunidad también, exponer mi canción ante el juicio crítico de tantos experimentados conocedores en el tema de la composición.
El tema logró repetir ahora en el escenario de la bohemia de la ExpoCompositores la misma sensación de encanto y sorpresa que causó en don Mario Gutiérrez la primera vez que la escuchó. Ese transitar del precoro hacia el coro tenía la cualidad de atrapar e impresionar, generar esa sorpresa en el oyente, escuchar esa nota alta que asaltaba la atención sin previo aviso se había convertido en la garantía absoluta de esa canción.
No fue sino al día siguiente de la bohemia que recibí noticias muy agradables derivadas de la presentación de Para olvidarme de tu amor. La doctora Rosalía García, Directora General de ExpoCompositores Music me ofrecía un contrato editorial para representar y administrar mi canción. Claro, acepté con mucha emoción la propuesta y firmé Para olvidarme de tu amor para ExpoCompositores Music Publishing, casa editora que hasta el día de hoy representa y administra mi canción. Con esto se ampliaba de manera exponencial las posibilidades de promoción, colocación y grabación de esta obra musical.
Se unían fuerzas indudablemente para seguir empujando Para olvidarme de tu amor, que se había convertido ahora en una canción con representación editorial y eso nos motivaba a la editora y a mí, a seguir buscando con empeño y tesón la grabación.
Mientras la editora hacía lo suyo, yo hacía también mi parte, porque como compositor uno está obligado a seguir promoviendo sus canciones, a seguir buscando ese camino que existe para cada una de ellas, aunado a la promoción que la editora estaba haciendo también en paralelo.
Sin perder la esperanza que aún vivía latente en el ofrecimiento de grabación de don Mario Gutiérrez, seguí comunicándome con él, manteniendo ese hilo comunicativo con el fundador de Los Ángeles Negros. Conversábamos acerca de lo larga que se había tornado la espera para que el disco inédito pudiera materializarse y de como le ilusionaba poder llegar finalmente a ese momento en el que pudiera meterse de lleno al arranque de la producción en el estudio. El ofrecimiento estaba allí, vivo y eso era totalmente gratificante.
Se cumplían ya, varios años de espera, con la esperanza allí, siempre vigente y arropada de incansable paciencia. Cerrábamos el 2019 sin tener idea siquiera de lo que la historia nos traería, seríamos testigos a nivel mundial de la llegada de la pandemia y viviríamos un tiempo tan complicado y de transformación social. El mundo haría una pausa y todo tomaría otro rumbo. El mundo de la música particularmente ha sido uno de los más golpeados por estos tiempos de contingencia y al igual que muchos otros gremios de la sociedad: tocó transformarse.
Volví a comunicarme con don Mario a principios del 2020, volvimos a ponernos al día de como nos estaba yendo por aquel entonces. Siempre muy generoso, compartiéndome anécdotas del ayer y del hoy de la banda, de los últimos shows y los planes que tenía para ese año. Que no había planes concretos aún de grabación y que guardaba la esperanza de que el 2020 fuera el año en el que finalmente pudiera materializar ese disco inédito. El ofrecimiento seguía vigente y eso para mi como autor significaba una oportunidad latente.
⎯Verás como tarde o temprano materializaremos ese disco tan esperado, por de pronto nos tocará seguir en ese tiempo de espera mientras la situación sanitaria toma un rumbo más esperanzador y nos permita continuar con los planes —me dijo don Mario esa vez.
Conversamos un par de veces más a lo largo del 2020 y esas últimas charlas son las que hoy guardo, atesoro y recuerdo con especial cariño, pero por sobre todo con mucho agradecimiento a la vida por permitirme esa oportunidad de coincidir con uno de los músicos más importantes de los últimos dos siglos de la música hispanoamericana. Un genio visionario que llevó a la consagración internacional a la banda chilena más innovadora de la canción romántica.
El 2021 trajo consigo la noticia de su repentina partida. Hace unas cuantas semanas me enteraba con total asombro, desconcierto y consternación a través de los medios noticiosos nacionales e internacionales del fallecimiento de don Mario Gutiérrez. Los medios de comunicación hacían oficial su deceso y de cómo la música perdía a uno de sus genios y precursores más brillantes. La noticia me impactó profundamente, sabía que aquella última conversación del 2020 había sido en efecto la última y que ya no tendría la oportunidad de escuchar nuevamente al teléfono a don Mario y toda esa sabiduría que sin reparo alguno compartía a manos llenas.
El genio de Los Ángeles Negros emprendió el viaje eterno, lo hizo acompañado, su amada compañera de vida, su esposa Catalina, partió junto a él al encuentro con el Supremo Creador.
El hijo ilustre de San Carlos que llegó a México a finales de los 70’s a escribir la historia más fascinante de éxito musical internacional, ha dejado hoy un enorme vacío en el ambiente de la música hispanoamericana, difícil de llenar. Nos ha dejado un invaluable legado musical, un catálogo de canciones inmortales de diferentes autores y también suyas y de manufactura propia como arreglista, que seguirán resonando en el alma y los corazones de los amantes de la buena música, de la poesía hecha canción.
Los Ángeles Negros seguirán con el legado de don Mario, haciendo sonar más fuerte que nunca cada una de sus bellas canciones inmortales. Rindiendo tributo y homenaje en cada presentación, al hombre que creó uno de los sonidos más icónicos de la música romántica en español y que llevó a la agrupación a la consagración internacional.
Un aplauso eterno y de pie para don Mario Hernán Gutiérrez Contreras, genio, creativo, músico, arreglista, productor, compositor y hombre visionario que llenó de gloria a su amado país con la consagración internacional de la banda chilena más grande de la música romántica: Los Ángeles Negros.
Me uno a los homenajes que don Mario ha recibido, trayendo a estas líneas los últimos versos de la canción que lo cautivó en aquel nuestro coincidir por la vida y que deseó grabar en ese tan ansiado disco inédito. Una canción que habla precisamente de ese momento: la despedida de un ser querido, de un amigo entrañable. “Para olvidarme de tu amor, para sacarte de mi corazón, no alcanzará vivir, no bastará morir”.
Don Mario, para olvidarnos de su brillante legado, para sacarnos del corazón cada una de sus inmortales canciones: no nos alcanzará vivir, no nos bastará morir.
¡Feliz viaje don Mario! !Hasta siempre querido amigo y Maestro!
Bellísimo e interesante escrito Norman, gracias por compartir experiencias tan personales y profundas. Me alegra coincidir con un experto como Don Mario, quien reconoce tu calidad interpretativa y como compositor. Un abrazo grande.
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